Apenas una hora atrás queda el cumpleaños de un pasado que apenas recuerdo; una limpieza de primavera que, como Peter, he olvidado. Y aprovechando la belleza del número que empieza dejo mi legado escrito entre las notas de Debussy.
Lego, para hace tres minutos, la decepción de un empate que precede a una derrota, la rabia de un comportamiento que no sigue las reglas de elegancia en la batalla, la frustración al ver que el agua en calma empieza a vibrar en olas turbias. Que actúe el olvido y se lo lleve con él, bien lejos, al baúl donde se dejan los juguetes rotos y los diarios de corazones jóvenes.
Para hace dos semanas dejo, y permito que esto también se esfume con el verano, el acento del sur que encanta a las serpientes con su saber de moda. Puedo permitirme el lujo de dejar también el fuego con el que en cierta ocasión me atreví a jugar pues no ha tenido valor para seguir ardiendo y los troncos sobre los que se posa no me convencen. Añado al pack; aunque con menos rencor si es que recuerdo qué es eso, un jersey de mangas que me cubren las manos de uñas celestes como el cielo al amanecer y cierta situación incierta que mezcla música una mirada y unos brazos demasiado rápidos con una sonrisa edulcorada.
A los tres últimos años les hago entrega de una decepción en mayúsculas que involucró a un coche, a una cachimba y a una conversación de teléfono. Esta es una de las cosas que más sencillo me resultará olvidar.
Y legaría con ello a alguien más pero... solo lo recuerdo si suenan los acordes concretos de una canción de Maldita Nerea.
Empieza un nuevo año y no hay recuerdo malo que vaya a guardar en la memoria.
A Enero le regalo cierta melancolía recién descubierta al despedir al pasado que se hizo presente y que será siempre futuro. Me guardo, en cambio, los recuerdos de este último mes entre cubos, hielo y cerveza.
Y, con ellos, tres personas distintas en un mismo escenario.
Para el mañana, ese eterno mañana, dejo mis pocas ganas de escribir pues planeo reencontrarme esta noche con los ojos grises y el linaje negro a los que no atendí ayer. Y para el fin de semana me reservo unas horas de intimidad para volver a sumergirme en la Inglaterra de regencia de manos de ese abogado común de grandes ojos azules y sonrisa traviesa.
Y para este mismo instante, para mañana y por siempre, me guardo en una pequeña bolita de cristal colgada al cuello, el eterno sueño de una niña que aun suspira ante el 15BIS así como el chocolate caliente de una mirada pecosa.
Fin
Becoming Jane-Why can't I
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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