La lechuza detuvo su vuelo y, tras batir con fuerza las alas levantando del suelo polvo y tierra, se posó.
Los ojos estaban anegados en lágrimas y en una pata guardaba, a buen recaudo, un cubo de colores.
Desde donde estaba alcanzaba a ver la sombra de aquella charca vacía. Un número cinco de eterno dueño.
Bridge to Terabithia-She is the sunlight
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