jueves, 1 de abril de 2010

Y en la madrugá se encendió una estrella...


Desde el puente escapa una mirada. De Los remedios parte, cruza el río surcando el vaivén de sus olas, acariciando el brillo plateado de luna sobre sus aguas; y ante Triana y su puente se rinde. Puente atestado de quienes esperan, al refugio de la noche, la salida de la esperanza; tres veces guapa, entre vítores y pétalos de rosa.
Trianera que se aleja de Triana, trianeros que siguen su marcha sobre el puente. ¡Al cielo! Tintineo de plata y el palio que se mece. Fervor y cariño que avivan aplausos y guían sus pasos en cada chicotá, andando sobre pies y corazones.

Regia entre tejados se erige la torre dorada, único brillo entre la oscuridad de una ciudad de oro en penumbra. Dos barrios enfrentados, la misma esperanza que los guía; Triana y Macarena recorriendo las calles de madrugada y la torre que aguarda su llegada; catedral eterna en el tiempo que las resguarda a ambas.

Y caminando soberbio con la cruz a cuestas, El Señor de Sevilla. Entre antifaces negros avanza a paso racheao y sus ropas bailan al son del silencio: profundo respeto del pueblo.

Llegará el día, un año más la madrugá verá su fin y Sevilla esperará al Cachorro, ese de eterna mirada al cielo que se inclina ante el postigo.
Pero ahora la noche comienza, el viento trae olor a azahar, olor a Sevilla; y la mirada se pierde entre ese sueño de luces y música.


No hay comentarios:

Publicar un comentario