Caminar no es sino saber mantener el equilibrio entre realidades opuestas convertidas una en el sentido de ser de la otra.
La belleza de una rosa se entreteje entre los pliegues de sus pétalos, uno sobre otro abriéndose ante una nueva realidad llena de color. Guardando entre esa superposición perfecta recuerdos en cristal, limpios y transparentes. Arrebatando un sueño siempre oculto, secreto que guarda una sonrisa que se pierde de vuelta a casa.
Pero son las espinas de su tallo quienes engalanan tal belleza. Cicatrices en unas manos demasiado inocentes como para dudar de la bondad de una flor, heridas en una piel que tan sólo quiso regalar caricias.
Y la mirada de unos ojos que se debaten entre el carmesí sedoso de cada pétalo y heridas que aun siguen cicatrizando en la piel joven de sus manos.
El camino de quién sigue adelante sin dejar que el miedo le frene se vuelve cada vez más luminoso. La luz se refleja en la piel de su rostro encendiendo sus mejillas y haciendo brillar su mirada. Reluce con la fuerza y el valor de cada paso hacia delante. Creciendo en seguridad y venciendo incluso al tiempo.
Pero a su espalda, cuan más intensa es la luz sobre sus hombros, más se alarga la sombra a sus pies. Sombras de recuerdos que aparecen de pronto sin invitación previa, frases que parecían haber caído en el olvido resuenan de pronto en la mente sin un motivo. La expresión cambia, la mirada se pierde y la sonrisa se vuelve dura si la música se alía con las sombras.
Caminar no es sino saber dejar las sombras tras tus pies y ver cómo la luz acaricia cada pétalo ocultando las espinas.
Brooke & Julian-A drop in the ocean
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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