miércoles, 17 de febrero de 2010
Arte...
Arrancan aplausos el color con su belleza luminosa, el timbre armónico de una voz anónima, la vida que reflejan las palabras; pero nadie entrega el corazón lo suficiente como para descubrir aquellos secretos que se ocultan entre belleza.
El contraste entre luz y oscuridad es el que llena de magia al color pero es la luminosidad quién llama nuestra atención, nadie se detiene y repara en esa sombra que realza, que da volumen, vida, expresión... y que, muchas veces, es la que guarda a buen recaudo el corazón del artista.
Enamora la música y con ella la voz. Yo soy la primera en dejarme conquistar por según qué voces; aunque a veces parezcan desafinadas o hirientes... porque cuando una voz se pierde es capaz de mantener su belleza si sabe levantarse de su caída y resurgir con una fuerza insólita, una tonalidad antes desconocida que, ante su brillo, hace encogerse al alma más severa.
Pero la armonía de la música está en su silencio, es él quién define la belleza de una melodía, quién le otorga ese rasgo efímero que la torna deseable.
Cuando el artista alza el rostro y mira al cielo dejándose envolver por el silencio, entonces, y sólo entonces; es cuando, más allá del arte, aparece el corazón.
No vemos, no sabemos mirar. Y el que con el arte juega sabe cubrir con belleza el dolor, con luz la sombra y con música el silencio.
La soledad del artista, donde se esconden los anhelos, las decepciones..., cada suspiro, sonrisa o grito de aquel cuyo corazón está demasiado cubierto como para hablar sin engalanar sus palabras.
No hay palacios de cristal en la mente de un artista pues esta se enamoró de las rosas y quedó atrapada entre sus espinas.
Peyton Sawyer-I just wanna be ok
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