Hubo una vez una niña, como tantas otras niñas, que creció entre sueños. En su mundo flotaban las ideas planeando a su alrededor; colas de cometas pobladas de lazos, otras de brillantes colores, acariciando sus mejillas esperando a llamar su atención y convertirse en un cuento que contar una tarde de domingo lluviosa entre las cuatro paredes del cuarto de juegos.
Historias de príncipes, brujas y princesas; de largos y elegantes vestidos de seda y muselina en las mangas y zafiros engarzados en delicadas tiaras adornando complicados peinados. De apuestos caballeros de brillantes ojos azules. Y de terribles hechizos en un gran caldero de peltre y unas manos viejas y arrugadas removiendo una fórmula burbujeante. Delicados relatos que tomaban forma en una mente infantil con sólo hacerse con los pañuelos de su madre y unos pendientes de plástico olvidados.
Historias que con el tiempo dejaron de ser una voz modulada en distintos tonos, tantos como personajes, y muñecos que se mueven al capricho de dos manos; para convertirse en caracteres en la pantalla de un ordenador a los que acudir para darle sentido a una realidad que vuelve a crecer, como una burbuja, soplido tras soplido, a bocanadas de aire fresco que despierta hasta las más tímidas ilusiones. Una burbuja que brilla en cientos de colores, los de la paleta gastada de un pintor que encontró la inspiración, fundiéndose entre sí bajo la atenta mirada de la luz.
Una burbuja que teme volver a estallar en cualquier momento dejando, en su lugar, tan sólo pequeñas gotas de agua salada.
Siempre quise ser la protagonista de esas historias... pero nunca pensé que cambiaría tanto el cuento.
Brooke & Lucas-He betrayed me
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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