Vergüenza me produce que semejante engendro humano comparta conmigo el apellido de alguien tan admirable como fue mi abuelo.
Me revuelve el estómago el pensar que gente como él pueda ser parte de mi familia. Alguien cuyo corazón es un cuadro abstracto en negros y grises, podrido por el tiempo en las partes centrales, resquebrajado en las esquinas a golpes de malos actos. Feo, incapaz de atraer ni la mirada más misericordiosa, ruin, rastrero, despreciable y sin un resquicio de honor en su orondo cuerpo.
Mereces todo el mal que la vida te haya puesto en el camino por todo el mal que causas tú a todo aquel que te rodea. Y aun así pienso que el destino te ha sido favorable pero, tranquilo, confío en que tarde o temprano la vida te devolverá todo cuanto tu le has dado y entonces no habrá papel morado que cubra tu inhumanidad de sus golpes.
Ni morir sería un castigo justo para ti.
The end of Dan Scott
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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