Color allí donde alcanzan a ver mis ojos, azules que se entretejen en un intrincado mar de brillo y luz en el degradado de las olas que avanzan sin miedo hacia su constante caer sobre la suave arena. La misma arena cuya luz hace al sol sucumbir a la envidia pues no concibe brillo más puro que el de sus rayos y, celoso, le arrebata el calor al suave manto de los pies que caminan a la orilla del mar.
Una paleta de marrones que combina en perfecta armonía con el azul que rompe el cielo y se sumerge en el mar; colores de sombra y tostado que hacen desaparecer al verde trayendo consigo ecos de desiertos no muy lejanos e historias de la fuerza de la tierra en erupción.
Viento que corre libre más allá de donde alcanza la mirada, como el niño que apenas es consciente de la repercusión de su paso sobre aquello que le rodea; que agita, que golpea, que calma el fuego del sol y que ruge con la fuerza de la vida que a veces se pierde entre los recovecos del tráfico de la gran ciudad.
Y entre naturaleza, color, sol y viento se intuye entre las esquinas los ecos de un pasado que no resulta tan lejano en el tiempo. Una vida que encuentra sus raíces en ese lugar donde dejó guardada la niñez.
Quizá los recuerdos no sean todos bonitos pero en ese lugar, entre esas calles y más allá de los pedregosos caminos que van a parar al mar, se intuye de nuevo la misma mirada curiosa que quedó retratada en una fotografía en sepia. El rostro de ese niño vuelve, aun a pesar de los cambios del poderoso tiempo, al reencontrarse con el sitio al que sabe pertenecer.
Z + V-Lovers dance when they're feeling in love
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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