Entre la música que encadena la realidad con la más tierna niñez rebusco en mis cajones para dar orden al más absoluto caos. Una voz rasgada que evoca un coche de olor a tabaco y viajes al sur, que trae de vuelta a una niña que soñaba con bailar como el mar con los delfines; una niña carente de remordimiento por secuestrar a traición dos onzas de chocolate, medicina para un corazón tan roto como esa voz que pide un momento y no la luna... yo tampoco pedía la luna pues la luna soy yo, una luna nueva, sin sol con el que brillar. Un instante más en un ciclo constante.
Y desde este cuarto que no sabe si anhela un cambio o si lo que le falta es el dibujo que lo coronó en compañía de esa pequeña tortuga, siempre eterna e imborrable; dejo escrita mi memoria cumpliendo con la limpieza de primavera pues el sol va cobrando fuerza y hay una vida que necesita un soplo de aire fresco.
Así le pido al tiempo coraje y fuerza para dejar en el lejano ayer la insignificancia de una lágrima que quedó olvidada entre sábanas revueltas, en la oscuridad de una habitación pintada de recuerdos y calor; que se lleve también consigo el dolor y la decepción, sentimientos demasiado grises para quién es demasiado color. Y que con esa fuerza venga, en compañía, la testarudez para encerrar en un tiempo de cristal cada segundo que atenaza el corazón, la vergüenza jamás perdida entre caricias que incendiaron la piel, cada risa cuenta a cuenta en un collar que me pregunto si podré volver a usar y los acordes erráticos de una canción que se pierde bajando Joaquín Costa.
A lo que le dejo al eterno mañana es la confianza en un perdón que aun no ha perdido la batalla, que resiste con fuerza la embestida de un mar embravecido pues aun cree en un "para siempre" escrito en una pantalla. Y con ella dos manos que se acarician a escondidas, buscando en la otra consuelo y cumplir la promesa de sostenerse siempre. Añado al pack un "siempre estaré contigo" grabado con hilo invisible en un lazo gastado y cada instante en el que pierde la batalla la razón pues la intuición sabe demasiado bien qué es lo que hace un amigo.
A mi siempre le dejo, para que no me deje nunca, el abrazo que acude sin ser llamado para cubrir a quién se descubre demasiado niña, perdida en una realidad que escapa a su competencia. Dos personas que fueron un regalo que el destino, en su versión más dulce, puso hace relativamente poco en mi camino para que, tras mis pasos, fueran tres las huellas en la arena y no una. Cada mediodía al sol hace más llevadera la tarde.
Como también dejo para mi futuro cada palabra amiga, demasiados rostros acuden a mi mente para enumerarlos, manos siempre tendidas para sostenerme. Lágrimas que se escapan, sinceras y dulces, entre jarras de clara con mucho limón. Una luna que brilla en el mismo cielo que se ve desde dos cuidades tan lejanas como unidas. Agujeros negros en un baño hablando de un posible futuro en el que aun no confía. Trazos de colores en mi lienzo en negro pintados por la que será siempre mi más leal compañera de juegos. Un café aun en deuda que se ha escapado a París sin permiso en el momento en el que Madrid la llama a gritos. Batidos de niño pequeño ante la presencia de God y noches difusas con trapicheo de papel higiénico entre vecinas. Un whisky a medias con ese que debería patentarse a sí mismo para hacer de este mundo un lugar mejor. Y, cómo olvidar, ese acento del sur hace poco descubierto que se ha ganado un sitio en mi historia por méritos propios; así como a una pequeña ardilla que de caritas tristes llena la frase de una canción y de belleza llena mi rostro en cada foto.
No me olvido de ellas, pero las dejo para esta semana de forma inmediata pues volveremos a ser cuatro y no tres, después volveré a guardarlas entre eternidad pues son una parte de mí misma, quizá la parte más sensata, mis propios pies posados en la tierra pese a lo mucho que me gusta volar. Que lleguen pronto las noches de vodka con piña entre las sombras de mi portal y los instantes reservados entre la bruma de Pacha, los cubos de botellines a tres euros llenos de anécdotas y las tardes de cañas y mixtas.
A una semana fío mi viaje anual a la ciudad de mi abuela, mi madre allí me espera y yo la extraño; a ella y al calor de su luz, la pureza de sus flores y a su mirada de tristeza y dolor por eso que le han arrebatado. Que cuide y sane ella las heridas de mi alma en su camino lento hacia un entuentro truncado hará casi un año.
Lo que no sé si puedo cederle a días próximos son dos nuevos viajes rumbo al sur, al verano improvisado con gafas de sol y rebujito y a la pasión entre cerveza y cerveza, haciendo honor a la única variante de mi apellido que me complace.
A no muy tarde le fio un recuerdo con un pasado de Córdoba que disipe pensamientos con lo absurdo de un temblor de manos y un latido nervioso de corazón, lo que ni por asomo dejo es un ápice de confianza pues esto no es más que un juego donde no hay apuesta; el blanco no hace juego con el blaugrana.
Y lo que podría cruzarse también en mi presente más próximo es esa mirada de ojos dorados en mi memoria, curioso sería un encuentro que parece sólo posible con cualquiera de sus dos hermanos cuando yo a quién quiero verle es a él... dulce ironía...
Lo que es responsabilidad imagino que seguiré fiándola lejos... poco a poco y sin remordimiento, aunque algo tendré que ir haciendo. Y de mis ganas de escribir le hago un préstamo a las vacaciones que están ya a la vuelta de la esquina.
Hablando de ese lugar de sabios y tontos con suerte, de una patada mando al pasado una decepción rubia que saluda o no según su nivel de insatisfacción.
Y por último hablemos de lo que no guardo ni para el mañana ni para el ayer porque lo llevo siempre conmigo. Ese ritmo de batería sonando al compás de mi corazón y la dulzura de un niño que entre caricias cuida mis noches y vela mis sueños. Él que aparece de pronto entre las páginas de un anuario, con otro rostro y otro nombre para arrancarme lágrimas distintas, aquellas que son puras pues las provoca un sentimiento que no entiende de dicotomías.
Acabo así, entre los acordes de una guitarra que habla de sueños y evoca el recuerdo de unas patatas robadas en un Burguer King... que no daría yo por recuperar esa noche.
Y acabo entre lágrimas, de las que causa un padre al decir que "esto ha sido ella, que te da las gracias por todo lo que hiciste por ese niño" ¿cómo le doy yo las gracias por lo que él hizo por mí?
Al final, como siga llorando mucho más me voy a secar.
Brooke & Lucas-I can't find you
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura