Aquello que se regala no es fácil recuperar pues resulta disonante pedir la vuelta de aquello que uno mismo entregó. Por ello hay música que queda vetada, canciones que sólo provocan que se apriete un botón por miedo a descubrir la gravedad de cada herida mientras que otras arrancan sonrisas sin ser capaces de evocar recuerdo alguno pues son demasiados. O quizá si vuelve un recuerdo, un corazón que late bajo la piel, cubierto por una mano demasiado inocente como para lastimarlo, que se retira si se lo piden. Un mero presente sin pasado ni futuro.
Paciencia eterna que no se conforma con menos que un todo.
Aquello que te roban es casi imposible recuperarlo. Por ello ante cada acorde conocido, entre las notas de esas canciones que serán siempre suyas, una sonrisa indescifrable se escapa sin importar el tiempo ni el instante.
El mundo alrededor se difumina en una mezcla de color y vida que no llama la atención aunque lo intente y una mirada se pierde más allá, escapando a ese lugar que nadie ve, donde habitan los recuerdos de cada sonrisa tímida al sentirse descubierta, expuesta, atrapada. Una niña que sube las escaleras sin reparar en una mirada que se clava en ella, la mirada de un pasado que por más que pase el tiempo no dejará nunca de ser un presente de futuro imposible.
Dos miradas que se cruzan en una muda despedida ante esos mismos escalones, un último recuerdo en traje y corbata que acelera los latidos de su corazón.
Dos realidades distintas pero al final la elección sigue siendo la misma que hace dos meses... nadie puede borrar ese cuento escrito sin palabras... el alfeizar de la ventana de Duendes sigue siendo la misma aunque ahora se llame Confeti... y yo sigo soñando con robar Paris, soy una víctima del factor G...
Jake Peyton & Lucas-The way I love you
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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