Ruido y conversaciones inconexas llenan de vida un lugar con aires londinenses y cerveza amarga que se sirve en grandes vasos de boca ancha.
De pronto suena una flauta, un sonido agudo que se impone sobre cualquier ruido impropio del momento, evocando historias de celtas más allá de las montañas. A aquella flauta se le une un clarinete, música que habla del mar y grandes velas remendadas surcando el cielo limpio. Les acompaña entonces el lamento melancólico de cuatro violines, ecos imperiales de grandes recepciones palaciegas. Sigue la suma y se incorporan dos acordeones, testigos del folklore más popular perdido en esas tierras que baña la nieve. De un salto al sur completan el círculo dos guitarras, recuerdos en blanco y negro de veranos ya olvidados bañados por el sol y las aguas del mediterráneo. Y sobre cada sonido se escucha una voz, suave y limpia, como un manto de terciopelo que guarda del frío del exterior aquel peculiar instante.
La música vence al silencio, pinta las paredes verdes de distintos sueños y en el centro del lugar parejas anónimas que cruzan sonrisas cómplices salen a bailar. El ritmo guía cada giro y los pasos se hilan uno al otro como un dibujo en el suelo, perfectamente sincronizado. Ellas bajan la mirada, creyendo ser doncellas de siglos pasados. Ellos con sus brazos parecen protegerlas aunque sus miradas se pierdan más allá, erguidas y altivas, orgullo masculino.
Solo una pareja parece desentonar en un cuadro de trazo perfecto, pintados a pinceladas de acuarela en un lienzo de exactitud a carboncillo. Él se muestra seguro y capaz, una mano en la cintura, la otra sosteniendo con dulzura su mano frágil y tímida dispuesto a guiarla en un mar de aguas desconocidas. Ella sonríe, producto de la vergüenza, y sus pasos se vuelven pequeños e inseguros pero no cesan, confía en él.
En un instante se miran, ella irradia una magia única, él se deja acariciar por cada rayo de luz. La música sigue y, por un momento, todo parece posible y un poco más sencillo.
Disney-Last Dance
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura