lunes, 28 de diciembre de 2009
Todo es posible con fe, esperanza... y polvo de hadas
Volaba con la luz mientras en su mente se sucedían imágenes de sus recuerdos más preciados. El recuerdo de una promesa inmortal, que perduraría en el tiempo hasta verse cumplida.
Conocía su misión, ni siquiera contemplaba la opción de no cumplir con ella pero en ese momento tenía un deber mayor para con la lealtad de la que tanto había presumido siempre. Tenía una promesa que cumplir, era su deber cumplirla.
Se vio de nuevo rodeada por la mágica atmósfera de luces y sombras que enmascaran la realidad una vez se abre el telón. Ante ella el escenario, una habitación infantil y tres camas ocupadas; bultos que bajo las sábanas respiran fingiendo estar sumidos en un sueño imperturbable.
Una ventana que se abre y el foco que ilumina a ese niño, más niño aun ataviado con las mayas verdes y el gorro del cual cuelga una pluma carmesí. Eleva las cejas, arrugas surcan su frente y una sonrisa que acentúa las arruguitas a ambos lados de su boca evoca infinidad de recuerdos a la mente de ella que sigue flotando sobre la platea, invisible ante la mirada humana.
Era divertido verle allí, con los brazos en jarras y expresión traviesa, infantil; siendo él mismo y su personaje al mismo tiempo fundiéndose el uno en el otro sin perder la esencia de ninguno. Cumpliendo su parte de la promesa con el flequillo castaño cayéndole por la frente bajo el gorro.
Buscó su sombra y despertó a una Wendy rubia de expresión dulce que se dirigió a él con gesto maternal y la ilusión vibrando en su voz. Allí estaban ambos, Wendy y Peter, y el sueño de viajar a nunca jamás dibujado en el aire con las palabras de Peter, de su sol. Pero faltaba algo, faltaba ese hada que revolotea incansable alrededor del niño duende, faltaba ella misma.
La voz de Peter, siempre limpia y armoniosa, llenó el teatro dando comienzo a aquella canción y un pequeño foco le apuntó al tiempo que sonaba un tintineo suave que se mezclaba con su voz. La luz se movió nerviosa y él la siguió con la mirada sin dejar de cantarle a Wendy, ahí estaba Campanilla y con ella la posibilidad de cumplir la promesa.
Hoy la luna en tus ojos verás brillar,
una estela de luz que nos guiará,
hacia un mundo distinto al anochecer.
Cerró los ojos concentrándose únicamente en la luz, en fundirse con ella aunque no fuese natural. No le resultaba difícil, conseguía todo cuanto quería con desearlo tan sólo; así, cuando volvió a abrir los ojos vio como su cuerpo etéreo empezaba a disolverse en pequeños puntos luminosos uniéndose a la luz, entrelazándose con ella y siguiéndola hasta Peter.
Durante un breve segundo Peter calló, había terminado su estrofa, le prestó atención a Wendy antes de que esta empezase a cantar pero un tintineo en su muñeca le hizo volver el rostro. Ese sonido claro y dulce no estaba preparado, no era cosa del montaje sino del cascabel que de su muñeca colgaba. Miró la bolita de plata y descubrió sobre ella una luz diminuta, una figura luminosa y difuminada pero a la vez demasiado familiar como para no reconocerla. Era ella, eran sus ojos azules; era su hada.
Wendy cantaba pero Peter no podía prestarle la más mínima atención, tan sólo tenía ojos para esa luz que revoloteaba a su alrededor con vida propia aunque ella no pudiese explicarse como era posible que pudiese verla. No existía, no era real pero él la seguía con la mirada sin dejar de sonreír y cantar para ella; era magia.
Polvo de Hadas que dura hasta el amanecer,
los deseos se cumplen si tienes fe,
y tu imaginación llega lejos.
Voló en círculo alrededor del dedo meñique de Peter, ella también cumplía de esa manera aquella promesa que compartían ambos. Una lágrima brillante y solitaria surcó la mejilla de Peter cuando, lejos de cualquier pensamiento racional, se dio cuenta de que por imposible que fuera, era ella y estaba ahí junto a él el día de su estreno siendo Campanilla, su Campanilla.
Se acababa la canción, se quedaba sin fuerzas para seguir manteniendo su deseo y su brillo de luz empezaba a desvanecerse. Se acercó al rostro aniñado de Peter y le sonrió.
Tan sólo esta noche...
Él cantó; ella, diminuta, le besó en la nariz y después desapareció quedando sólo en un recuerdo en la memoria de Peter. Ahora tan sólo veía la luz mortecina de un foco manejado por un técnico y el tintineo resultaba hosco e irreal. Su Campanilla se había marchado de nuevo dejándole tan sólo un recuerdo demasiado increible para ser real, el recuerdo de una promesa por fin cumplida que le demostraba que nada era imposible si lo deseaba de verdad.
The magic of a friend - Tink and Terence
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