martes, 23 de abril de 2013

Sueños a tinta en papel de seda


La hora de dormir es siempre un juego. Vuela un beso con destino a la mejilla, escapa la última risa suave del día en un susurro, cada acontecimiento se guarda doblado en el cajón de los jerseys y lo que queda pendiente cuelga de la silla con la ropa del día siguiente. La luz se apaga, la puerta se entorna, y del salón llega el murmullo de la televisión como un arrullo lejano más allá del pasillo; sustituto a medias de cuentos y nanas pasadas.
Es en ese instante, justo un segundo antes de cerrar los ojos y dejar que el sueño venza una vez más al día en su batalla, cuando todo es posible y la realidad brilla un poco más. Es entonces cuando, si en realidad existe, se forja la auténtica inocencia.
Es en ese momento, y no en otro, cuando hasta el niño más pequeño se atreve a soñar. De pronto la luna escapa a las normas de la realidad de los mayores y se deja acariciar por los dedos regordetes de un niño, las estrellas brillan en cientos de colores sonando en melodías conocidas, fieros dragones son vencidos por la espada de los sueños de un valiente guerrero y las sábanas de dibujos de la cama de una niña se convierten en el más elegante de los vestidos.

Es triste descubrir que el tiempo y la madurez a todos nos alcanza para alojarse en la habitación donde antaño dejábamos dormir a nuestros sueños. La realidad es fuerte y se adueña de la cama de arriba relegando a la imaginación a dormir a oscuras en la litera de abajo. Sólo hay un día, uno sólo en el año, donde esos sueños vuelven a cobrar protagonismo pues... cuenta la leyenda que existió una vez un bravo guerrero que se enzarzó en una encarnizada lucha por salvar a una hermosa princesa de las afiladas garras de un fiero dragón. Y, al morir este, de la sangre que brotó de sus escamas, nació una única rosa pintada del carmín de la sangre del dragón. El guerrero cortó la rosa y se la entregó a la princesa, ganándose así su corazón.
Un día en el que las calles se llenan de cientos de rosas, y de cientos de sueños atrapados entre páginas y coloridas encuadernaciones esperando, como el niño que a duras penas sabe guardar una sorpresa, a que alguien se atreva a descubrir cuantos secretos tienen por contar.

Y ese día esa misma niña espera, como lleva haciéndolo año tras año, a que aparezca su príncipe con una rosa para ella. Una niña que dejó atrás el patio del colegio y los teatrillos en inglés haciendo de princesa y rey, que ya no moldea en plastilina la figura de un dragón ni escribe versos contando la historia cual juglar. Una niña que ha dejado de esperar a los pies de la diosa Cibeles sustituyendo lágrimas con sonrisas por cada una de las notas de aquella canción pues hoy, por fin, tiene su rosa; tiene a su príncipe y ha cumplido su sueño.

Tom & Jane-I will love you










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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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