Y perderse en una cálida noche de verano, donde no hay sonido alguno que se atreva a perturbar la calma, en el vuelo errático de decenas de pequeños bichitos que se precipitan en su inconsciencia hacia su última caída persiguiendo incansables el fulgor de cualquier llama.
Todo bicho se siente atraído por la luz, como si en su pequeñez abarcase el mudo deseo de fundirse con ella; la ambición de todo insecto apenas es abarcable por su pequeño cuerpo pues ni el más bravo será capaz nunca de brillar como una estrella lo hace en el lejano firmamento.
Pero incansables siguen en su empeño, volando en zigzag hacia un nuevo brillo, pagados de si mismos buscando atención.
No, sin duda por más esfuerzo que haga, siempre preferiré admirar el juego que mantienen cielo y mar en la infinidad de la noche ignorando los aspavientos del bichito que molesta mañana, tarde y noche.
Cuanto afán de protagonismo.
Jenny-Everybody hates me
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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