Gonzalo tan sólo suspiró.—Le envidio—confesó e hizo que ella sonriese.—Y yo le quiero.—A mi también—le recordó aunque sabían ambos que ese recordatorio era innecesario.—Lo sé aunque no es comparable.—Pero para mí es suficiente.Ella no quiso añadir más, tampoco lo hizo él, de nuevo les envolvió el silencio y los segundos compartidos en aquel teatro, testigo de tantas historias sin final. La suya era una de tantas, una historia especial a su manera, única entre todas las que se pudieran vivir. Una historia de pasado con presente eterno y futuro inalcanzable.
Para Siempre
Porque hay realidades que aunque se difuminen su marca nunca se borra del todo, como los trazos torpes de un pintor inexperto sobre el papel, como los renglones torcidos de un futuro gran escritor, como la letra trémula de un niño que empieza a escribir. Bocetos, intentos, pruebas, una pretensión constante que nunca encuentra el fruto de su esfuerzo o quizá es ese esfuerzo el fruto que debía encontrar. Como sombras de un pasado, una realidad que no se puede recuperar, que no se puede entregar, que permanece siempre ahí como el recuerdo más o menos nítido guardado en el rincón más recóndito de ese corazón que aun late joven.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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