Aunque carezca de explicación real alguna cada vida tiene su propia banda sonora; aquel artista que sin proponerselo realmente aparece siempre con su música en cada momento clave. Canciones de diversos discos que al escucharlas de nuevo te llevan de vuelta a viejos recuerdos que a veces parecían incluso olvidados. Unos arrancan sonrisas, otros una mueca de desdén, pero como sea, la música y esa voz van entretejiendo la memoria acompañando a cada instante y cada obstáculo que se te ha presentado en el camino.
Esa voz decidida y fuerte es, de algún modo, mi propia voz. La que siempre aparece con su música dispuesta a explicar cada instante, a anclarse a él hasta el punto de no concebir el recuerdo sin la música que lo acompaña. Personas que se describen con la nota de una melodía haciéndole honor o, por qué no, recordando la deshonra a la confianza puesta en ellos con letras de amarga musicalidad.
Yo he crecido con su voz; quizá de manera no elegida, meramente casual. Siempre eran otros quienes hacían que su música pintase mi historia de añil, creando una combustión instantánea en llamas doradas.
Un cruce entre dos escalones, de frente y de repente; dos niños uno que baja y ella que sube, que apenas se prestan atención el uno al otro. Él que improvisa la letra de aquella canción y ella que sonríe con la inocencia de una infancia demasiado aferrada aun a ellos.
Descansos en un polideportivo donde la atención se clava en el juego improvisado sobre el parqué donde se funden sobre los mismos tablones las líneas de campo de tantos deportes como se puedan imaginar. El fútbol es el rey entre aquellos que allí pasan el rato aunque en una que otra ocasión aparece un balón botando dispuesto a ser encestado. Desde arriba una mirada observa con curiosidad la carrera a canasta, cada salto, acierto o fallo, disfrutando con cada sonrisa y cada juego entre amigos.
Gusto, capricho y debilidad.
Ratos perdidos entre cambios de clase, un cuaderno que cobra demasiado protagonismo y cientos de lápices de colores esparcidos a su antojo sobre la mesa. Una niña que dibuja cientos de caricaturas que a veces son clones de realidad mientras una amiga busca una mirada clandestina que despierte la ilusión de ambas.
Las olas rompen sobre la arena de los recuerdos cuando un autobús se aleja de aquella semana entre música, alcohol y chicles Orbit. Una frente que se apoya sobre el cristal viejo observando el pasar del tiempo en cada señal olvidada atrás en el camino mientras aun siguen vivos los recuerdos de las últimas noches. Instantes de orgullo que enciende su rabia.
Sonrisas arrebatadas por suaves pinceladas de la ilusión de un sueño cuya chispita de magia reside en que no será jamás real. Un mundo que se puede crear a su antojo en su imaginación y plasmarse en un documento de word a compartir con amigas que a veces llegan incluso a parecer hermanas. Un mundo que parece que jamás se irá aunque... si la dejan, ella se va detrás. Tiempo para soñar despierta aferrada a la niña que aun vive en ella mientras todo su mundo empieza a crecer.
Y después una fecha importante que queda en el olvido, un autobús de camino a la luz de una nueva aventura y entre ellos dos guerra fría. Tú, ceniza gris de olvido y ella dispuesta a quemarlo todo. Palabras que mueren antes de ser pronunciadas; antes incluso de llegar a ser pensadas. Rabia y rencor que crece alimentado por oleadas de situaciones que no se pueden entender.
Para que al final tan sólo quede él y su historia de idas y venidas, sonrisas robadas y lágrimas no esperadas, chispa de ilusión y jarros de agua fría. Y descuelga el cuadro de su vida de tu pared; aunque lo haga a regañadientes con el corazón gritando a pleno pulmón que la salga a buscar. De cada roto siempre mil rotos más que ya ni siquiera apenas recuerda como fue capaz de remendar y recuperar de nuevo, vez tras vez, la sonrisa. Y tras la tempestad tan sólo paz y una vida en color pues tú eres quién me hace llorar pero sólo tú me puedes consolar.
En el fondo soy así... vértigo; silencio, ruido y vértigo.
B.Davis-Seasons 1-9
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura