jueves, 14 de marzo de 2013

Nunca supe renunciar a ti


Cubre la oscuridad por completo los recuerdos de una tarde difuminada por el suave calor de una incipiente primavera que se hace notar antes de lo esperado y la espuma congelada de una jarra de cerveza fría. No resuenan en el ambiente los ecos de un partido de fútbol que quedó en un murmullo de verdes sin el gol que ella esperaba. El tiempo se detiene en el reflejo de un rostro en un espejo cuando una mano se posa en una suave caricia sobre la madera irregular de una mesa que ha vivido más vivencias de las que sus muescas son capaces incluso de contar y un corazón marca cada segundo con el latido sostenido de su ilusión.
El aire guarda aroma a despedidas y palabras que ni los labios quieren pronunciar ni los oídos tienen valor para comprenderlas porque esas dos manos que entonces no se tocan no se saben separar.

Esos ojos que la miran guardando en su interior un mundo de decisiones que ella desconoce brillan de pronto al encontrarse con los suyos. Una súplica hondea a su alrededor en la silenciosa oscuridad de aquel portal enmoquetado, una súplica carente de necesidad pues esos miedos que se refejan en el rostro de aquel niño asustado que por un momento ha perdido la máscara no tienen razón de ser. Le pide que no se aleje, que no le haga renunciar a ella, se muestra egoísta e infantil, incapaz de ver que su petición exige una responsabilidad a la que no sabe hacer frente. Y ella, corazón inocente apenas herido, se anuda con la fuerza  de una promesa deshilachada a su muñeca derecha.

Brilla el reflejo de los faros de un coche en el espejo y la estancia se llena de una luz tenue, un fugaz instante de luz dorada en el que se funde un te quiero que escapa en compañía de una mirada tímida y un encogimiento de hombros. El primero que ese corazón escucha, el primero que su corazón pronuncia, el único que vibra aun cada vez que ella baja los escalones de su portal y distraída acaricia la madera vieja de aquella gastada mesa.

Jack & Rose-Never let me go










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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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