domingo, 3 de marzo de 2013

Make it count


Un mundo monócromo, sin color ni vida que buscaba con desesperación un cambio, un punto de inflexión que marcase la diferencia con el juego de luces y sombras al que llevaba tiempo acostumbrada. Un corazón cansado de pasar de mano en mano sin ser capaz de escribir un sólo nombre en la superficie tersa de su mar de secretos.
Una realidad que se debatía entre el latir del sueño y el deseo mezclados por el vaivén de las olas del viento de invierno. Un viento que traería olores fríos y repiqueteo de gotas de lluvia pero que en ese preciso instante sólo despertó ante los ojos de un niño somnoliento cientos de pequeñas flores deseosas de poder volar en busca de otra primavera.
Un instante de luces cálidas y mejillas frías, de rostros que improvisan los pasos de una coreografía sin ensayar, un baile que sabe a promesas de un futuro que tan sólo se entrega y apenas exige.
Se cierran los ojos y la luna brilla entera en lo alto del cielo, testigo mudo de una sonrisa que sale del estómago y salta evitando los cortes en el adoquinado viejo de una ciudad sin nombre.

Parece mentira que haya pasado un año desde entonces, un año del salto al vacío entre las olas de un juego de mus para tres, una mano imposible de ganar.

You jump, I jump, right?










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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura



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