martes, 11 de marzo de 2014

Hacia donde el destino quiera dirigir tu avión


Apenas duró el tiempo suficiente como para empezar a considerarlo una realidad pero por un instante sí fue capaz de asustar. El ver de pronto como la rutina conocida se queda suspendida en el aire sin saber si caerá o seguirá adelante, estable y firme como hasta entonces. Y sentir como en ese segundo te paraliza el miedo los músculos mientras tu determinación, sabia mujer anciana que parece ir siempre dos pasos por delante de tus propios pensamientos, ya está pensando qué necesita meter en la cabeza.
Düsseldorf fue tan solo una posibilidad reducida entre los corchetes del tiempo muerto entre el gimnasio y la comida y la salida del trabajo al caer la noche. Tan breve que ni siquiera la imaginación llegó a acariciar su sinfín de posibilidades ofertables. Tan fugaz que tan sólo dio miedo, no hubo tiempo para dar cobijo a la esperanza o la ilusión. Pero a su vez tan real que en la mente sólo tenía cabida un pensamiento: Contigo al fin del mundo.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura



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