Y el caso es que yo lo veía lejos, que me lo tomaba con calma, como si la cosa no fuera mucho conmigo o me pillase solo de pasada. Estaba bien eso de pensar en ese nuevo título como un plan de futuro, quién me iba a decir a mi que ese futuro era cuestión de pasado mañana. Y es que claro, cuando tu adorable y carismático profesor asegura en tu informe evaluativo que tu nivel es más que suficiente para presentarte y superar con creces la ardua prueba que se presenta ante mí lo arriesgado, o quizá más bien negligente, es decirle que no. Y en esas que me encuentro, desembolsando una cantidad nada despreciable de dinero en pos de un objetivo que yo me planteaba bastante más a largo plazo.
Confiemos en que ese día la divina providencia esté de buenas conmigo.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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