sábado, 11 de octubre de 2014

Ecos de un pasado de quienes fuimos y quienes somos


Supongo que añorar lo que un día fue un fastidio es parte intrínseca del proceso de ir creciendo. Y en esas te ves un día, esperando con impaciencia para llegar a una cena improvisada con aquellos con los que, aun a veces sin quererlo, has compartido desde la más tierna infancia hasta los más arduos días de la adolescencia.
Y al llegar y reencontrarles es como si cualquier distancia desapareciese, es cierto que no hay ya nada que os una más allá de un pasado compartido pero la curiosidad renace como si volviésemos a ser todos Aquellos niños de babi y uniforme que invitaban sin tapujos a toda la clase a su cumpleaños. Es como si renaciese de nuevo el cariño y la falta de filtros, como si querer re-conocernos fuese lo evidente y natural. Corren más y más litros de cerveza y las conversaciones nunca se antojan tensas, de todo se puede hablar de pronto y con bastante afinidad, bendita educación compartida, se retratan instantes y la vergüenza aparece tan solo en situaciones de vulnerabilidad tales como el baile y un exceso alto de nivel de alcohol en sangre.
Y al final queda el regusto del instante compartido, el deseo de repetir con premura, y la sonrisa tonta de los cotilleos que se quieren compartir.

Un placer volver a veros, viejos compañeros de batallas.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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