sábado, 18 de octubre de 2014

Solo confío en que hoy sea un motivo de gozo y no de disputa


Si hay un producto que sin duda tiene una campaña publicitaria impecable ese son las bodas. Saben vendernos desde fuera la idea de una fecha inolvidable y llena de relevancia y significado en el cual cada detalle es elegido con mimo y armonía. Vestidos de corte elegante e impoluto, entradas de ensueño con cruces de miradas incluídos que parecen retratar la pura esencia del amor, padres orgullosos que se esfuerzan por contener el llanto de emoción, invitados serenos dignos y felices, mesas que se distribuyen casi solas y asistentes que ponen de su parte para que cada instante del evento salga como la seda, comida sofisticada pero deliciosa en su justa medida, música suave que ameniza y evoca épocas y recuerdos pasados, alcohol que distiende pero no sobrepasa y un perfecto halo de total perfección sin una sola puntada sin medir.
Se vende, y se vende sumamente bien, como un acto de pureza único en su esencia, una promesa al viento ignorando los tejemanejes que trae por detrás.
Pues no amigos, no es oro todo lo que reluce en las alianzas pues, salvo casos de extrema fortuna, no siempre los afortunados cónyuges saben ponerse de acuerdo a la hora de dar el paso y decidir como sellar el pacto. Los orgullosos padres a veces están más ocupados incordiándose mutuamente que preocupándose por la felicidad de los recién casados. Los invitados se vuelven sin remedio diana de críticas estilísticas de formación profesional. Y el alcohol despierta el descontrol y más de un clásico desliz de baños.
Siempre son peliagudas a su manera pero hoy, no sé muy bien por qué, o quizá lo sé demasiado bien, me muero de ganas de enfundarme en mi vestido de princesa y compartir el emotivo evento con cierto galán trajeado.












0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0

Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


No hay comentarios:

Publicar un comentario