sábado, 25 de octubre de 2014

Miradas de improviso, sonrisas a escondidas


El traqueteo del vagón entre túneles subterráneos de la ciudad parece no ser sino un mero ruido ambiente que en absoluto molesta, si acaso mece y adormece. La oscuridad atenaza más allá de los ventanales de plástico del vagón iluminado artificialmente por una luz en exceso blanca que hace palidecer los rostros de los viajeros. Almas independientes que apenas comparten nada más allá de los minutos que dura el viaje desde el punto de origen hasta la cruz de destino, instantes amenizados por el vaivén del metro y la mecánica voz que anuncia las estaciones.
Y de entre todo ese mundo gris destacan dos almas jóvenes carentes de preocupación real, sentados en el sucio suelo y con la espalda apoyada en la pared del vagón, las piernas cruzadas y los brazos caídos. Dos auriculares parten del reproductor de música de él y se bifurcan cada uno hacia el oído de cada uno de ellos, compartiendo música además de ese instante mientras se apoyan el uno en el otro sin mediar palabra. Punto medio en una relación que no a mucho tardar vivirá un cambio y que sabrá mantener la misma armonía que tienen ahora, cuando la amistad se les quede pequeña se darán cuenta de que son parte el uno del otro, hasta entonces comparten viajes de metro y música con la cabeza de ella en el hombro de él y las manos siempre cerca pero sin llegar a entrelazarse.












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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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