Llegaron los 24 entre la compañía de los que nunca faltan, de aquellas que saben estar aun incluso en la distancia sacando de ti la mejor y más improvisada de las sonrisas, esas en las que se arruga la nariz y los ojos se vuelven una fina linea. Y llegaron dispuestos a dejar patente que la vida es transición y cambio hacia otra realidad y que para ello hay que saber superar innumerables decepciones.
Ha sido un año para caminar sola, aun a pesar de contar siempre con la sonrisa de esos ojos que me buscan en cualquier instante, siempre cogido de mi mano y haciendo latir mi corazón un poco más rápido. Para poner punto y final a esa historia entre apuntes y bolígrafos de colores, proyectos, trabajos que encienden los nervios y mañanas en el hospital que engrandecen el alma. Para cruzar la meta, siempre siendo la última de la fila, de esa segunda y última carrera de mi juventud.
Para enfrentarme en soledad a caminos divididos y a la sensación de ser siempre insuficiente. Gente que decide que no te sigue necesitando a su lado pues tu realidad es otra y no es compatible. Realidades que ni siquiera te aceptan pues siempre te falta ese algo más que de un instante para otro se vuelve imprescindible, esta vez fue el inglés.
Y para reafirmarme en mi convicción de que mi mundo está entre páginas de libros y jóvenes adolescentes, pues a pesar de lo que murmuran sobre ellos, en su egoísmo son más puros que el más generoso de los adultos pues su interés no es oculto y resulta sencillo de entender mientras que los adultos nos jactamos de esconder intenciones entre máscaras de políticamente correctos.
Y llegan los 25 y parecen más de lo mismo, silencio y soledad. Pero no obstante parece haber algo distinto, algo que no había antes. Los que están siempre permanecen, y esperan con palillos en la mano a que el sushi esté servido, otras en la distancia se sirven de los medios para llenarte el despertar con una sonrisa, y en su mano izquierda descansa un anillo de determinación. Los 24 fueron transición y cambio, los 25 serán destino pues no por nada se les llama el cuarto de siglo. Mi vida me espera y tengo que empezar a vivirla.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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