miércoles, 23 de mayo de 2012

Blanco... luz, inocencia, eternidad infinita.



Blanco, el color de una ilusión. La sonrisa de mi yo más niño si del cielo caen copos en vuelo travieso hasta perderse entre mis rizos. El manto que cubre las montañas en invierno, el calor del recuerdo de un pequeño pueblecito pasado el río que entre sus aguas carga el juego entre una nieta y su abuelo. El polvo que cae hacia los lados cuando unos esquís surcan la pista en un vuelo valiente, loco y libre.

Blanco, el color que pinta de orgullo y eternidad una camiseta cargada de noches de gloria, cánticos y sonrisas. La aureola que a mis ojos corona a esa diosa en piedra que observo desde el lugar que es mi punto de paz entre el ruido de una ciudad que no descansa. La luz que arranca un destello en sus ojos oscuros, tres miradas blancas que evocan tres recuerdos distintos.

Blanco, el color de una perla; lágrimas incrustadas en un rostro de porcelana, el rostro de una madre. El pañuelo que guarda tus lágrimas a buen recaudo cuando el corazón se cansa de seguir sufriendo. El chocolate tardío que rescata una sonrisa.

Blanco, como el brillo de las ideas. Las páginas de un libro antes de que se llene de ideas en letras impresas contando una historia anónima que se vuelve la sombra de mi propia historia. Folios antes de llenarse del color de un dibujo que enmascara la realidad entre trazos desiguales.

Blanco, la luz de un para siempre que se construye con el paso de un día tras otro. La chispa que no cualquier mirada ve en cada uno de sus gestos. Blanco es ese olor. Incluso la música, si tuviese color, sería blanca... como blanca es la luna si el sol desde la oscuridad hace que brille


Las rosas blancas trasmiten un mensaje: "te merezco".

Brooke Davis-Hold










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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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