martes, 27 de agosto de 2013

El sol se pierde siempre más allá del horizonte


Una bolsa llena de batas verdes y cajas de cartón con guantes de latex de talla pequeña o grande, ácida bienvenida a una realidad que es incluso más cruel que la indumentaria que la precede.
Cruzar la puerta y sentir como la realidad golpea en silencio, a traición y sin verla venir, con una imagen que hace difícil creer que el sol pueda volver a salir. Realidad que se vuelve oscuridad eterna con cada respiración, áspera como la mirada perdida que se clava en ti, te mira sin ver pues aunque su corazón aun lata su mente no sabe como seguir funcionando y su espíritu tan sólo quiere volar y reencontrarse de nuevo con aquel que jamás debió partir.

El sol se esconde más allá del horizonte, en un descenso lento pero imparable, anunciando una desaparición inminente. Y con el pasar ausente de los edificios se enfrentan entre sí infinidad de sentimientos. Se niega aquello que resulta imposible comprender pues un hermano es siempre un hermano y no hay mal lo suficientemente grande como para no darle un último adiós salvo para aquellos corazones demasiado podridos. Se lucha por mantener vivo el recuerdo de quién sonreía con esa risa suya de colmillos afilados, intentando no dar paso a la imagen de piel amarillenta. Se busca el pensamiento bueno, el que le da paz al espíritu. Y se combate contra la culpa del que siente que nunca es suficiente todo cuanto se hace.

Mañana el sol saldrá de nuevo, pero nada volverá a ser lo mismo.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura

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