miércoles, 23 de abril de 2014

Cualquier palabra es un sueño que contar


Erase una vez, según cuentan viejas historias, una joven princesa de rodillas raspadas y calcetines caídos que estudiaba en un humilde palacio en lo alto de una vieja montaña. De sus jardines conocía cualquier escondrijo y sus pasillos de luminosos ventanales se le antojaban hogar conocido cuando por entre ellos caminaba entre pequeños saltitos con su falda de cuadros al viento y su corta melena ensortijada recogida en una coleta. Soñaba con crecer, con seguir adelante siempre más allá, con volver a hogares añorados y descubrir nuevos destinos. Hasta que llegaba aquel día señalado en rojo en el calendario, era entonces cuando soñaba con caballeros en armadura y rosas rojas ensangrentadas.
Hoy esa princesa ha vuelto a casa y viste vaqueros y blusas en lugar de coquetos vestidos. Sigue ocultándose entre ramas entretejidas en los ricónditos parajes de su imaginación y relatando sueños que a veces ni siquiera tienen nada que ver con ella; siempre con una tiza en el bolsillo, un bolígrafo en la mano y una idea en el corazón. Y sigue rodeando en rojo el día de la rosa, disfrutando del príncipe soñado y del olor imborrable de esa preciosa flor.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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