miércoles, 16 de abril de 2014

Tan sólo es un deporte


No es más que un juego, un sonido de fondo y luces cambiando en una pantalla lejana mientras un improvisado grupo de pasados propios coinciden compartiendo la misma mesa, el mismo instante, la misma pizza y la misma risa sencilla carente de confianza en el otro pero sin miedo a mostrarse tal cual es.
Los minutos prosiguen, la comodidad se asienta entre las cuatro paredes de aquel bar lleno de rostros conocidos mientras un comentarista sin nombre narra jugadas a las que a veces ni siquiera se presta atención, pues más allá del juego queda la posibilidad de darse cuenta de esa improvisada estampa que se forma ante los ojos sin haberla podido predecir.
Se escucha un grito de asombro. Él que apenas cree que haya sido capaz de llegar a ese balón. Ella que se aferra a su bufanda y en su mirada brilla el deseo y el fanatismo más irracional. Ellas que apenas lo entienden pero que se dejan contagiar esperando poder unirse a un grito unánime. Y por último ella, que tan sólo observa, la jugada, a sus amigos, el ambiente, y que guarda la cámara pues hay cosas que no hace falta retratar.
Al final el bar estalla en un grito que sale de entre los labios del número 11, héroe de la noche, ese de pulcro inglés que resuena musicalmente en los oídos.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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