Si bien es cierto que aquellas con las que me gusta disfrutar de unos margaritas compartidos están lo suficientemente lejos como para que sea imposible hasta compartirlo en la distancia eso no significa que no se pueda improvisar un instante enteramente femenino en un salón al que la ausencia paterna apenas se le nota.
Los palillos chinos chocan entre sí dejando caer sobre el plato el trozo de sushi provocando risas mal disimuladas y sonrisas empáticas pues no siempre es fácil mantener la gracia y la corrección cuando la comida se pone en contra. Las conversaciones se suceden una a la otra acabando en el tema más recurrente en cualquier reunión donde la progesterona es reina, los hombres se vuelven protagonistas y las anécdotas rebotan contra las cuatro paredes en un juego de bolas locas.
Y la noche acaba entre luces y música viejos temas muy conocidos, bruma de otros tiempos. Entre miradas cómplices, sonrisas de hastío y desesperación entre fotos profesionalmente naturales que arrancan alguna carcajada.
Gran noche de jueves, sin duda.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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