Y perdóname ángel si confieso que ya no sé qué más contarte que no te haya contado ya. Pues aunque no despierta un solo día sin que te recuerde siempre sonriente, ni caen los últimos rayos del sol en el ocaso sin que te sienta próximo y cercano; el tiempo pasa a una velocidad que escapa a cualquier control y se lleva con él los recuerdos nítidos dejando una mera bruma de ensoñación en torno a lo que recordábamos con claridad precisa.
Y con el tiempo se pierden también las palabras hasta llegar el día en el que no te queda más por decir pues está todo dicho, no hay palabras nuevas que sepan abarcar mejor o de otra manera tanta grandeza, ni largas frases de perfecta oratoria que sepan significar mejor todo el cariño que te tuve, te tengo y te tendré.
Y por una vez te digo que las palabras no me hacen justicia ni me dan el consuelo que les pido pues pasa tan rápido el tiempo que ni en el tecleo más veloz soy ya capaz de atrapar algo más de ti.
Me quedo pues en la simpleza de un te extraño que de pronto se antoja más elocuente que el más retórico discurso.
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