Y en esto que un día todos los recuerdos de infancia y adolescencia parecen arrasar contigo como una bola de demolición tirando por tierra castillos construidos sobre una base de olvido intencionado. Es cierto aquello de que tendemos a olvidar lo negativo en vistas a vaciar espacio útil en la memoria pero al final, con la precisa estimulación, los recuerdos vuelven de golpe como un torrente imparable que golpea incesante desde atrás. De pronto ciertas cosas que habías dejado como nieblas aceptadas sobre las que no volver a reparar se esclarecen y recuerdas nítidamente el por qué de que aquella relación estuviese basada en cafés esporádicos que marcar como capricho del tiempo en la agenda. Y es que lo mucho cansa y en cierta gente la opulencia abunda.
Pasan los días y resuena en la parte de atrás como una cancioncilla esa retahíla de "qués" repetidos a destajo y sin tregua pues aunque apriete poco es que todo lo quiere abarcar, nada lo suelta oye. Y se me crispan los puños y la respiración profunda se me antoja costosa ante la emoción desproporcionada que desprende por los poros ante cualquier nimiedad y las conductas de chiquilla de jardín de infancia cuyo mundo queda virgen y pleno de detalles por descubrir.
Es como una resaca traicionera de quién se pasa de vuelta con el ron, ese taladro constante que somatiza en un tic en el ojo cuando todos los músculos faciales se tensan al unísono en un intento de mueca muy mal disimulada.
Una opinión para todo siempre de acuerdo con la voz cantante aunque se contradiga a sí misma, una risa estridente que rechina afilada contra la pared en su insaciable búsqueda de atención.
¿Tienesungatito?¡Quémono!¿Ynotienenombre?¡Tienesqueponerlenombre!...
Por favor, que baje ya el telón.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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