Existe en la historia de la animación un personaje especial donde los haya. Quizá no sea un ejemplo de perfecta animación gráfica ni tenga un profundo desarrollo como personaje. De hecho puede incluso resultar simple y rallar lo insulso en su única función de sonsacar la sonrisa en rostros femeninos. Jamás entraré a entablar una discusión al respecto pues ni soy experta ni está dentro de mis intereses.
No obstante guarda en su sombra de individualidad un halo que le llena de la más dulce casualidad. No se trata de aquellos personajes que te llaman la atención sino que te tienes que atrever a conocerlo para quererlo. Y una vez conocido no hay vuelta atrás, sus ojillos cautivan incluso al de espíritu más férreo.
Ese líder aun con demasiado por aprender trae consigo recuerdos hermosos: un aula de ventanas cerradas y persianas bajadas, una sábana colgada y una mañana de viernes. Las mesas vueltas hacia la pared y las sillas en semicírculo hacia la sábana que aun hondea recién colgada. Una película que sorprende, un personaje que enamora, el cariño hacia aquel que es y será floreciendo en lo más profundo, bombas hospitalarias que pitan, alarmas que avisan, y manitas que buscan el cariño del adulto.
Un personaje con el que resultó sencillo encariñarse, unos recuerdos que aun hoy enamoran.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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