jueves, 7 de agosto de 2014

Hasta los planes más disparatados tienen su pizca de belleza


Las aguas del río siguen su cauce tranquilas, sin reparar en la afluencia de gente que no encuentra nada más interesante en lo que invertir su tiempo aquella mañana...
Tendrás unas vistas maravillosas, dijeron. Es una experiencia que merece la pena vivir, dijeron. Es muy divertido te sientes como si fueras Pocahontas río abajo, dijeron...
Lo que a todo el mundo se le olvidó mencionar de pasada era la longitud de la experiencia, los 18 kilómetros que esperaban para ser recorridos desde que la canoa fuese acariciada por las aguas del Sella por primera vez, las seis horas a remo que arrasarían con la capacidad de sacrificio, de entrega o de amor a la naturaleza.
Lo que nadie mencionó es que el artefacto del diablo no es motorizado y avanza tan sólo a base de tesón y desesperación. Lo que nadie mencionó era que encallaba, volcaba, se escapaba, no avanzaba y viraba de forma desesperante.
Y, definitivamente, el vital detalle que todo el mundo pasó por alto fue el de las agujetas en brazos, manos, piernas, cuello, espalda, dedos y hasta espíritu del día siguiente...

Que experiencia más maravillosa, la doy por vivida y para la próxima la fotografío desde el puente.












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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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