domingo, 3 de agosto de 2014

Tercer destino, cuatro chicas y muchas ganas de disfrutar


Se cruza el Negrón y el reproductor del coche se contagia del verdor del ambiente rompiendo el silencio con aquella conocida y vieja canción que le canta a las virtudes de aquel viejo territorio jamás conquistado. El pequeño coche parece bailar entre la carretera mientras sus cuatro ocupantes entonan la letra de la canción, cada una perdida en sus propios pensamientos más allá de los verdes prados encapotados que envuelven el pequeño vehículo.
Resulta curiosa la peculiar mezcla que el tiempo ha acabado juntando tras esas cuatro ventanas, una mezcla en la que el único punto de unión es el deseo de disfrutar y descansar.
Al volante repiquetea con uñas rojas quién no tiene más pensamientos que los propios donde, sin rival que le haga sombra, reina el afán tan férreo como absurdo de ser aceptada de nuevo en algún rincón que sentir como propio.
De copiloto y tras unas grandes gafas pierde la mirada aquella que tiene su propio pasado ajeno a ese punto de unión que comparten sus compañeras de viaje, pero lejos de sentirse al margen se asienta en la estabilidad que produce un improvisado grupo que acepta e invita.
Con las piernas sobre el asiento y los pies descalzos la tercera pierde la mirada en aquellos parajes que siente como hogar propio preguntándose realmente cuales son las posibilidades de futuro de aquella peculiar situación cuando el móvil no demanda su atención.
Y por último ella acomodada a la derecha las observa mientras disfruta del hilo musical y de las posibilidades fotográficas del paisaje. Ella es quién más unión siente con cada una de las otras tres integrantes del pequeño grupo y aunque sabe que si hacen un esfuerzo todo saldrá bien no puede sino preguntarse cómo.












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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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