Cinismo, victimismo y afán de protagonismo suelen ir habitualmente dados de la mano. Esa necesidad visceral por ser el centro de atención de tantos ojos como sea posible y objeto de admiración y deseo de cuantos son conocidos se torna en firme creencia de que el mundo se torna en contra de uno, incapaz de valorar como es de merecer las virtudes albergadas. Y ese creerse víctima de una sociedad injusta se torna en firme justificación demagógica de actos que bien valdrían un juicio severo.
Y así es como se llega a ser una persona tan Sola y triste que ha de ir mendigando atención selectiva y cosechando decepciones pues la gente, por lo general, aunque suele ser lo suficientemente noble como para aceptar a quien pide ayuda no es tan tonta como para someterse a los caprichos de quién la exige.
Una pena.
Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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