Es difícil creer que de las redes sociales pueda salir algo bueno. No son sino un nido de falsas apariencias, recopilación de instantes que se pintan de grandeza aun a pesar de tener un trasfondo bastante pobre, la vorágine que nos lleva a querer compartir hasta el más necio de los pensamientos como si al mundo mundano pudiese llegar a interesarle, el afán incorregible e incontrolable por aparentar que somos la realidad que nunca llegaremos a alcanzar; posturear me han dicho que se llama.
Y un día una herramienta tan falsa te enseña la cara oculta de su moneda cuando acepta verse dominada por la infancia; una infancia terriblemente comercial, sin duda, pero infancia a fin de cuentas. Es entonces cuando germinan como las rosas en un rosal cientos de imágenes de rasgos dulces, igual de glucosa prefabricada, Disney copa cualquier protagonismo y hasta el peor de los días es capaz de esbozar una sonrisa culpable.
A veces es divertido dejarnos llevar por detalles tontos y ponerle una pizca de inocencia al día.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
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