La rosa es por excelencia el símbolo del amor. Del amor salvaje y pasional, del amor inocente y puro, del amor dulce e infantil. Icono sagrado de deidades y símbolo adorado por artistas y poetas. Y hablando de amor hoy toda atención se centra en algo tan sencillo como una fecha y tan complejo a la vez como un aniversario.
Y es que no resulta indiferente volver la vista atrás y darse cuenta de cuanto queda tras nuestros pasos, lo alargada que se antoja nuestra sombra y el camino que aun le queda por delante.
Dos años de rosas rojas, pétalos esparcidos sobre la cama deshecha con las sábanas arremolinadas sobre el suelo y la almohada descolocada. Tiempo de calor, pasión y besos que se muerden los labios.
Dos años de pétalos azules que traen consigo nuevas posibilidades, nuevos retos y el deseo de probar de nuevo a ver si realmente nuestra historia tiene futuro.
Tiempo de pétalos rosáceos y respeto aun incluso con kilómetros de distancia entre los dos. Admiración sostenida en las notas de cada nuevo logro alcanzado y cada detalle nuevo descubierto.
Dos años de rosas blancas. Instantes de cariño y miradas cómplices acompañadas de una sonrisa, paseos donde las manos sin querer se entrelazan y el destino del viaje deja de importar. Tiempo de pureza e inocencia.
Tiempo de rosas amarillas. De amistad previa y posterior. De confianza mutua y a veces, también por qué no, de orgullo rebeldía y enfado. Pues de los enfados vienen las mejores reconciliaciones.
Tiempo de belleza, de pasión exaltada, de instantes compartidos y amor regalado. Tiempo que tan sólo marca el principio de una larga carrera.
0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0
Préstame tus fuerzas, dame tu ternura
No hay comentarios:
Publicar un comentario