sábado, 20 de septiembre de 2014

39M *


Recorrer los pasillos camuflados de un hospital que se maquilla para no parecer tan triste como es en realidad. Los zapatos taconean en un andar apurado, como si la vida le pasase demasiado deprisa a ese espíritu joven que dedica sus horas a aprender sin reparar en las torpezas salvo para arreglarlas y no repetirlas. Como dice el dicho, para atrás ni para coger impulso.
A ambos lados resuenan entre susurros conversaciones en las que no tiene intención de irrumpir pues aquel es un sitio donde la intimidad es tan sagrada como fácilmente interpretable. Y de frente le espera una inesperada sorpresa enmascarada bajo una gorra vieja y un ya conocido forro polar azul.
La sonrisa luce tan brillante que ni el sol le hace justicia cuando acelera el paso y la bata hondea tras sus pies como una estela en el pasillo. Se le acerca de improviso y el sobresalto inicial da paso a la vergüenza más tierna cuando la reconoce y las pequitas de sus mejillas se encienden. Lo demás no son sino bromas y comentarios ligeros que le hacen irradiar toda la felicidad que le produce el encuentro entre sonrisas y un desparpajo poco habitual en ella, por natural tímida.
Después se aleja, con aquello que había ido a buscar entre manos y mucho más de lo que esperaba en el corazón, y una conversación escuchada por accidente que le sonsaca la más natural de las sonrisas pues a qué chica no le gusta que le llamen guapa.

Cuando te extraño busco recordarte y así la ausencia parece ser no tan difícil.





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