sábado, 6 de septiembre de 2014

Salta y toca el cielo


Siempre me han gustado los eventos deportivos a nivel nacional. Quizá en muchas ocasiones no sean una delicia en la que recrearse, quizá no sea sino un partido insulso o una carrera predecible, pero siempre tienen en común ese elemento unificador que tan solo el deporte logra alcanzar.
Sí, sin duda soy consciente de la pompa corrupta que rodea a los espectáculos de grandes masas y sí, soy también consciente de lo injusto que resulta que por nada se pueda llegar a lograr tanto cuando a aquellos ciudadanos de a pie nos cuesta el sudor de nuestra frente llegar a ganarnos el pan.
Pero no deja nunca de admirarme el espíritu que rodea a cualquier evento deportivo por insustancial que sea. Hay un halo especial rodeando al ejercicio deportivo de competición, una atracción que lleva a un país a reunirse en torno a una pantalla y olvidar aquellas disputas que les separan a diario, y eso es admirable. Como lo es también la atmósfera de superación que parece vibrar en el ambiente mostrándonos como el ser humano es capaz de alcanzar la grandeza si se lo propone y la realidad le apoya.
Resulta de algún modo mágico ser partícipe de esa lucha al unísono entre quienes participan y quienes desde la sombra se convierten simplemente en el grito de aliento. Supongo que nunca me dejará de admirar lo que el deporte nos da aun a pesar de ser consciente de todo cuanto nos arrebata.












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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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