Lucha de fuerzas titánicas enfrentándose entre sí por un mendrugo de pan. Lucha en la que la única que pierde al final soy siempre yo.
Y es que es difícil saber conjugar a la vez el mismo verbo en pasado presente y futuro pues nada tiene que ver una terminación con otra por no hablar siquiera ya de la intención que guarda cada declinación.
Y es que no es lo mismo querer que haber querido, ni querer volver a querer que querer volver a ser querido. Inacabado es queriendo y demasiado finito se queda querido. Y al final sé que te quise y sé que quiero pero no sé si se puede volver a querer ni a quién querré. El te quiero se me ha quedado prohibido pues en ocasiones levanta vuelos que acaban en caídas y en ocasiones te pone al borde de un abismo que da demasiado vértigo como para poder saltar.
Y en eso quedo yo, pobre niña perdida sin duende ni polvo de hada, encogida en sí misma en su interior cuando la imagen que da pretende fingir una fuerza ausente. Acelerando realidades sin saber ya ni medir el ritmo que requieren.
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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura