sábado, 8 de noviembre de 2014

Bésame en la frente


Un movimiento inesperado en un ajedrez aun sin preparar cuando las blancas aun siquiera han llegado a mover y el tablero se ha quedado a medio montar. Un cambio imprevisible en el trascurso de los acontecimientos que provoca que los ojos se cierren un instante, el necesario para recuperar de nuevo el aliento y el saber estar. La espera de una reacción, la incertidumbre de no saber.
La impotencia de no poder alcanzar otros destinos, el conformismo de saberse de pronto limitado a un papel no ensayado, la pérdida de un libreto tan bien conocido y tan fácil de recordar, un lugar sobre las tablas que de pronto queda relegado a ser simplemente observado en la distancia. Una explosión de sentimientos disonantes que toman forma en aquel gesto que engloba en sí mismo toda la ternura que se pueda imaginar.
El deseo de poder proteger, el cariño que se hace forma en una suerte de eternidad cuando unos pies se alzan en punta para dibujar entre arrugas que no se ven la prueba de un sentimiento inabarcable por su inmensidad. Una decisión que se sella y una promesa que resuena en el eco de otras palabras cuando una mano se cierra en torno a un viejo llavero, compañero de más de mil fatigas.
Recuerdos que no se pueden atrapar, que escapan entre los dedos. Sentimientos que se sellan sin palabras. Todo eso, todo y mucho más, cabe en ese beso que se posa en la frente.














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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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