domingo, 9 de noviembre de 2014

Siempre en pista


Siempre en pista y de nuevo escalando a zarpazos en una calificación que creía haberte olvidado. Como ese viejo primer amor que permanece siempre en la memoria aunque la vida siga su curso. Aparecen otros, son otras manos las que arrancan suspiros y otros labios los que roban el beso, pero ahí queda ese primer amante oculto entre las sombras siempre dispuesto a alzarse en cualquier momento con el protagonismo y captar las miradas alrededor, los elogios, las elucubraciones sobre favoritismos y, como no, la admiración y el afecto.
Su nombre resuena de nuevo de pronto pero no se antoja extraño, es como aquello que estará siempre allí, una eternidad que no se jura, un para siempre siempre esperado. No se alza triunfador, pero espera en segunda posición etregándole a la sangre nueva ese dulce protagonismo, con la mirada de la luna oculta tras una visera oscura y la sonrisa del sol siempre brillando hasta en la noche.
Él, quien nunca resuena en ausencia, el que incansable lucha cada centésima de segundo, el que disfruta en cada batalla ya sea en cabeza o a la cola de la carrera. Tesón de hierro, arrojo incansable, lucha admirable, ambición decidida.
Y algún día volverá a ti la gloria, como si no la hubieses alcanzado ya lo suficiente. Volverán mieles más dulces y tu nombre seguirá brillando allí a lo lejos, donde descansan viejos hermanos. Volverás a coronarte como antaño aunque no te sea necesario pues no hay ya quién no agache en reverencia la cabeza al verte coger la curva.

Un placer haberte disfrutado este año como si un chaval volvieses a ser. El gozo que produce tu hambre incansable es cálido en el estómago.

Gracias por tu luz, Valentino.











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Préstame tus fuerzas, dame tu ternura


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